...en Yanquilandia; un año más volvemos a vacacionar en esta famosa tierra perfecta en la cual nos hacen sentir superhombres “dueños” de nuestros deseos y nos hacen creer estar en un paraíso en donde cada vez es más evidente la grotesca pero efectiva creencia artificial de que hay consumo porque hay beneficio de eso.
Con el verano llegan las deseadas y ansiadas vacaciones, un corte necesario en el año de trabajo que nos relaja y distrae de tantas obligaciones y responsabilidades. Un ambiente con escasos verdes y cada vez más lleno de ladrillos y cables, dejando de lado la protección del medioambiente, adaptado al nuevo modo de vida tecnológico que nos crearon a lo largo de la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI.
Esta manipulación y alienación que nos ha provocado e instalado el sistema capitalista, con base en los Estados Unidos y desparramado por casi todo el mundo, nos sigue adiestrando para que seamos cada vez más indefensos y fieles a su modo de vida, creando así una sociedad de consumo y, a la vez, materialista.
Así nos acercamos a un futuro menos prometedor, con una mayor distancia entre los pobres y los ricos, con una desigualdad mayor entre las clases sociales y con personas maleables que son manejadas a través de sus deseos, necesidades y sueños, llenos de lujos y “cosas” materiales.
Las personas terminan valorando aquellas cosas que pueden adquirir con dinero, sin valorar verdaderamente lo que los hace personas que son su cuerpo y su mente. Dejan de lado el cultivo del pensamiento y solo buscan una belleza efímera exterior para ser aceptados por su entorno.
En el auge de la globalización se creó la famosa aldea global donde todos somos vecinos de todos, y tenemos acceso a todo tipo de información, potenciando así el poder consumista de las nuevas tecnologías como Internet.
En una sociedad en la que los medios de comunicación han actuado como conformadores de patrones de conducta, como diseñadores de estilos de vida y existencia, los modelos socioculturales contemporáneos han sido reflejo de lo que estos medios han vendido como ideales del triunfo, de la felicidad, de la belleza, de la estabilidad. La publicidad se ha encargado de crear estereotipos asociados a las clases dominantes de cada sociedad que encarnen todas y cada una de las anteriores características (1).
Con la publicidad y los medios de comunicacion como mejores armas para difundir y expandir estas actitudes y modos de vida, el gobierno de Estados Unidos aprovechó en la segunda mitad del siglo XX con el caos de la 2da Guerra Mundial para meterse e idealizar en el pensamiento de los habitantes de su país; y de allí al mundo, pisando cabezas como la de los rusos y su Union Soviética.
Aquí vemos como plantea a la sociedad de hoy Zygmunt Baumann en su libro Modernidad Líquida: “Como señalara T. H. Marshall en otra ocasión, cuando mucha gente corre simultaneamente en la misma dirección, hay que formular dos preguntas: detrás de qué corre, y de qué huye. Los consumidores estan corriendo detrás de sensaciones -táctiles, visuales, olfatorias- placenteras, o trás el deleite del paladar augurado por los coloridos y centellantes objetos exhibidos en las gondolas del supermercado o en las vidrieras de las tiendas departamentales, o tras las sensaciones más profundas y consoladoras prometidas por un asesor experto.
Esta manipulación y alienación que nos ha provocado e instalado el sistema capitalista, con base en los Estados Unidos y desparramado por casi todo el mundo, nos sigue adiestrando para que seamos cada vez más indefensos y fieles a su modo de vida, creando así una sociedad de consumo y, a la vez, materialista.
Así nos acercamos a un futuro menos prometedor, con una mayor distancia entre los pobres y los ricos, con una desigualdad mayor entre las clases sociales y con personas maleables que son manejadas a través de sus deseos, necesidades y sueños, llenos de lujos y “cosas” materiales.
Las personas terminan valorando aquellas cosas que pueden adquirir con dinero, sin valorar verdaderamente lo que los hace personas que son su cuerpo y su mente. Dejan de lado el cultivo del pensamiento y solo buscan una belleza efímera exterior para ser aceptados por su entorno.
En el auge de la globalización se creó la famosa aldea global donde todos somos vecinos de todos, y tenemos acceso a todo tipo de información, potenciando así el poder consumista de las nuevas tecnologías como Internet.
En una sociedad en la que los medios de comunicación han actuado como conformadores de patrones de conducta, como diseñadores de estilos de vida y existencia, los modelos socioculturales contemporáneos han sido reflejo de lo que estos medios han vendido como ideales del triunfo, de la felicidad, de la belleza, de la estabilidad. La publicidad se ha encargado de crear estereotipos asociados a las clases dominantes de cada sociedad que encarnen todas y cada una de las anteriores características (1).
Con la publicidad y los medios de comunicacion como mejores armas para difundir y expandir estas actitudes y modos de vida, el gobierno de Estados Unidos aprovechó en la segunda mitad del siglo XX con el caos de la 2da Guerra Mundial para meterse e idealizar en el pensamiento de los habitantes de su país; y de allí al mundo, pisando cabezas como la de los rusos y su Union Soviética.
Aquí vemos como plantea a la sociedad de hoy Zygmunt Baumann en su libro Modernidad Líquida: “Como señalara T. H. Marshall en otra ocasión, cuando mucha gente corre simultaneamente en la misma dirección, hay que formular dos preguntas: detrás de qué corre, y de qué huye. Los consumidores estan corriendo detrás de sensaciones -táctiles, visuales, olfatorias- placenteras, o trás el deleite del paladar augurado por los coloridos y centellantes objetos exhibidos en las gondolas del supermercado o en las vidrieras de las tiendas departamentales, o tras las sensaciones más profundas y consoladoras prometidas por un asesor experto.
Pero también tratan de escapar de la angustia causada por la inseguridad. Desean, por una vez, estar libres del temor a equivocarse, a ser desatentos o desprolijos. Por una vez quieren estar seguros, confiados, confirmados, y la virtud que encuentran en los objetos cuando salen de compras es que en ellos (o así parece, al menos por un tiempo) hallan una promesa de certeza” (2).
También tenemos en cuenta la mutación de la sociedad moderna a la posmoderna ya que con las revoluciones industriales y tecnológicas, en permanente cambio y transformación, sugieren un nuevo estudio de las masas y del comportamiento de las mismas con respecto al consumo.
Como Conrad (otro polaco de nacimiento e inglés por opción), Zygmunt Baumann toma el punto en el que el presente es un tiempo de forma cambiante y el porvenir un continente todavía en tinieblas que se vislumbra pero no se ve. Si bien Baumann no descubre nada que ya no se haya mencionado en las discusiones más encarnizadas sobre la clausura de la modernidad, de la mano del fin de la historia y la muerte de las ideologías, la novedad léxica de llamar a las dos grandes etapas de lo moderno con los epítetos “sólido” y “líquido”, emergentes de la caracterización que otros pensadores como Frederic Jameson, Perry Anderson e incluso Marshall Berman, Cornelius Castoriadis y Jürgen Habermas hicieron con mayor o menor suerte, resuelve de manera elocuente un debate ya acabado. Y en lugar de eso, se dedica a prever el futuro en los síntomas actuales de la sociedad (3).
El futuro tiene más certidumbres que incertidumbres con respecto al sistema económico ya que preveemos que para cambiar esta sociedad materialista y consumista habría que realizar un cambio profundo, de raíz, a largo plazo, una revolución cultural, de pensamiento. Así se empezará a promover el verdadero factor de nivel para las personas: el conocimiento. Dejando de lado deseos y necesidades superfluas que solo son capaces de darnos felicidades efímeras y banales.
También tenemos en cuenta la mutación de la sociedad moderna a la posmoderna ya que con las revoluciones industriales y tecnológicas, en permanente cambio y transformación, sugieren un nuevo estudio de las masas y del comportamiento de las mismas con respecto al consumo.
Como Conrad (otro polaco de nacimiento e inglés por opción), Zygmunt Baumann toma el punto en el que el presente es un tiempo de forma cambiante y el porvenir un continente todavía en tinieblas que se vislumbra pero no se ve. Si bien Baumann no descubre nada que ya no se haya mencionado en las discusiones más encarnizadas sobre la clausura de la modernidad, de la mano del fin de la historia y la muerte de las ideologías, la novedad léxica de llamar a las dos grandes etapas de lo moderno con los epítetos “sólido” y “líquido”, emergentes de la caracterización que otros pensadores como Frederic Jameson, Perry Anderson e incluso Marshall Berman, Cornelius Castoriadis y Jürgen Habermas hicieron con mayor o menor suerte, resuelve de manera elocuente un debate ya acabado. Y en lugar de eso, se dedica a prever el futuro en los síntomas actuales de la sociedad (3).
El futuro tiene más certidumbres que incertidumbres con respecto al sistema económico ya que preveemos que para cambiar esta sociedad materialista y consumista habría que realizar un cambio profundo, de raíz, a largo plazo, una revolución cultural, de pensamiento. Así se empezará a promover el verdadero factor de nivel para las personas: el conocimiento. Dejando de lado deseos y necesidades superfluas que solo son capaces de darnos felicidades efímeras y banales.
1. Joel Sangronis Padrón, “Clase media, consumismo y Revolución”, www.aporrea.org, 30/07/08
2. Zygmunt Baumann, “Modernidad Líquida”, 2000
3. Paula Croci, “Baumann > Avatares de la modernidad”, Suplemento Radar, Pagina 12, 01/06/03
2. Zygmunt Baumann, “Modernidad Líquida”, 2000
3. Paula Croci, “Baumann > Avatares de la modernidad”, Suplemento Radar, Pagina 12, 01/06/03
Le Monde diplomatique - el Dipló |
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